viernes, 11 de noviembre de 2016

EL NOBLE OFICIO DE SER POETA EN LA HOGUERA

¿Y desde cuando a este maldito y noble oficio
de ser poeta consumiéndose en la hoguera
se le metió sin previo aviso en la sesera
lo de luchar por el encomio y beneficio?
El ser poeta y el ser pobre fue parejo
desde el comienzo de los tiempos primigenios,
pues, aunque hubiera algún que otro entre los genios
que su sustento bien ganara en su pellejo,
o tal vez pueda que, de casta, fuera cuna,
cierto es que muchos indigentes acabaron
y de limosna pobres viandas malograron
por sus poemas publicar sin más fortuna.
También hubieron otros tiempos de mecenas
en los que el arte se tenía en alta estima,
y un poderoso mantenía en su tarima
a su poeta entreteniéndole las cenas
cual si mimara a una cotorra amaestrada.
Aunque también, es la verdad, que alguno hubiera
de corazón sensible, humano, y no de cera,
que dio al pupilo libertad no coartada.
Pero, no obstante, en cada uno de los casos,
bien cierto es que el escritor fue un sólo un siervo,
no siendo dueño de sus musas ni su verbo,
siempre a la orden de su amo, tras sus pasos.
Y el que atreviérase a ser libre de ataduras
dio rienda suelta a sus aurigas celestiales,
mas en su gloria engendraría sus mil males
por no cuadrar su osado verso en andaduras
de férreas modas y tendencias estilísticas,
pues el poeta no está exento, igual que todos,
de tiranías de amoldarse a ciertos modos
que parecieran más escuelas cabalísticas.
Pero el Poeta, aquel maldito, ese que arde,
ese que siempre tuvo claro su destino
no se arredró ante impedimento o desatino.
Siguió a la musa sin hacer ningún alarde.
Y despreció fama y fortuna por igual,
en letras de oro ver su nombre fue irrisorio
ni quiso nunca recitar ante auditorio,
el oropel fue para él algo banal.
Tan sólo quiso ser honesto en su escritura,
dejar legado sólo a aquel que lo entendiera,
y aunque, modesto, dicho círculo cerniera
al digno artista de cotorras de envoltura.
Mas hoy en día de estos locos pocos quedan,
pues se diría que al final ganó la moda
y el amoldarse y al poder componer oda.
Hoy todos quieren ser ilustres mientras puedan.
Y, según cuentan, escribir hoy poesía
siguiendo métricas, y rimas consonantes,
no es algo “chic” ni de poetas importantes,
sino de tontos que no siguen nueva vía,
y cuya obra, silenciada en el fracaso,
es destinada al vertedero del olvido,
y no será nunca jamás reconocido
entre la jet del distinguido gran Parnaso.
Y, a todas estas, una idea se me cuela
entre estos versos que, ya libres, por sí vuelan,
y es una idea de matices que revelan
una verdad acerca de eso que hace escuela:
¿es que, tal vez, ahora resulta que igual somos
como un político en periodo de elecciones,
tocando siempre a todo el mundo los cojones
con nuestras súplicas, negando los aplomos?
¿Es que el vivir haciendo digno lo que amamos
es imposible, y siempre se hace necesario
el escribir cual el guion de un telediario,
para ganarnos bien el pan, e incluso un ramo,
ya no de rosas o laureles, sino cardos?
¿Es que escribir acaso fuera tan ingrato
que la visita de las musas fuera un rato
desagradable, que nos pinchan con sus dardos?
Y yo quisiera declarar que a esto me niego,
que soy más digno y estoy lejos de todo eso,
pero sería negar, ciego, tal suceso:
todo escritor tiene implantado bien su ego.
Todos queremos por lo menos ser leídos,
y compartir el rimbombante sentimiento
que parió un verso en su fantástico momento,
sentir que al fin somos un poco más queridos.
Así que no nos sometamos al engaño:
sólo escribimos porque amamos escribir,
y publicamos por poder sobrevivir.
Entre uno y otro, sólo son grises peldaños.

domingo, 5 de junio de 2016

LOS CUERVOS

Aquí les presento un pequeño homenaje al que para mí fue el maestro de maestros de los relatos cortos de terror. No diré su nombre porque es demasiado evidente, tanto por el estilo narrativo en sí, como por las referencias usadas: ciudad, mes, año, personajes...

Lo he escrito con el mayor de los respetos, aunque no deja de ser un humilde pero sentido intento de plasmar en letras mi admiración por dicho escritor. Espero sincemente no haber profanado su nombre. Si así fuera, que los perros se coman a este imbécil patán, que sus restos descarnados no descansen en sagrada sepultura, que su alma jamás encuentre reposo ni descanso...




Corría el mes de octubre del año 1849. Aunque había viajado mucho por todo el país, en esa época vivía yo en la ciudad de Baltimore. Llevaba una vida despreocupada, que se sustentaba, sobre todo, en las muchas rentas que mi familia cobraba, y de las que mis padres me hacían partícipe, y también por la privilegiada posición social que la misma mantenía, que me abría muchas puertas aún sin tener que pagar por ello. De hecho, mi apellido provocaba no pocas genuflexiones allá por donde se escuchaba. Mis únicas preocupaciones eran: convencer a mis padres de que no estaban dilapidando tontamente su fortuna al costearme las mejores universidades, cosa que, por otro lado, sí hacían, pues no me tomaba yo nada bien eso de la disciplina académica, y vivir lo mejor posible, con la diversión hedonista como única meta en mi vida, y con las fiestas, el lujo, los deseos satisfechos en el mismo momento de su generación, hasta el punto de que cualquier mínimo capricho era para mí una pulsión incontenible, y, por supuesto, las conquistas amorosas como herramientas para alcanzar dicha meta.

Un día iba camino de una de tales fiestas, acompañado por mi buen amigo Edgar Allan. De hecho, ni sé por qué lo mento de tal manera, “buen amigo”, pues más bien diríase que su compañía me resultaba enojosa las más de las veces. Era el tal Edgar Allan un buen muchacho y un buen estudiante, siempre presto a aconsejar a los demás y a ayudarlos en lo que buenamente pudiera. Y, precisamente, eso era lo que más me conducía a detestarlo. Despreciaba yo muy particularmente su pretendida santurronería, hasta el punto de que eran no pocas las ocasiones en que aprovechaba para pincharle en público, y ridiculizarlo a tal extremo que el pobre muchacho simplemente escondía la cabeza, cual avestruz, y no volvía a abrir la boca durante el resto de la velada. ¿Y por qué seguía en su compañía pues, podríais recriminarme? Pues lo cierto es que ni yo mismo jamás sería capaz de responder semejante cuestión. Quizá lo llevaba al lado como algunas princesas de Oriente llevan un mono al hombro, para que su belleza resalte más aún, por contraste con la peluda fealdad del animal. O quizá buscaba de su compañía por alguna otra razón que ni yo mismo alcanzaba a entender. Qué más daba eso. Nunca he sido de ese tipo de personas que se plantean demasiado profundamente las cosas.

Pues bien, camino íbamos ambos de una de esas fiestas, retomando el asunto, y hablando sobre nuestros menesteres, cuando nos tropezamos con una anciana mendiga sentada en el suelo que nos pidió limosna. Edgar Allan no dudó ni un momento, y puso unas monedas en el regazo de la harapienta, mientras yo le miraba la cara, completamente ajada, y cuyos ojos no eran más que dos cavernosas cavidades sin vida. Y, no obstante, hubiera podido jurar que, desde el fondo de tales monstruosos agujeros, algo parecido a la vista taladraba, no mi cuerpo, sino mi alma. Sí, juro que la vieja ciega me estaba mirando, aunque ello pudiera parecer una locura, producto de una alucinación. Y eso me inquietaba en extremo, pues no dado como era yo a sentir ninguna inquietud, y sin que hubiera nada que turbara mi ánimo por ningún motivo, la sensación producida me pareció desasosegante.

- Y tú, guapo joven, ¿no le vas a dar nada a esta pobre vieja? - díjome con una voz que parecía tan antigua como si hubiera salido de las mismísimas entrañas de la tierra.

Y, a pesar de ello, en un momento de lucidez recuperé cordura y dominio sobre mí mismo, sonreíle con sarcasmo cual era mi costumbre, y, escupiéndole en el regazo, le dije: - Ahí tienes, vieja, mi saliva vale millones, pues proviene de rancio abolengo -.

Evidentemente, Edgar Allan me miró de manera reprobadora, y durante el resto del camino no paró de echarme discursos pletóricos de moralidad sobre lo reprochable que había sido mi comportamiento con la vieja andrajosa, hasta el punto que llegó a fastidiarme tanto con tanto pretendido aleccionamiento que, finalmente, ya a las puertas de la fiesta, le agarré con violencia por el cuello, delante de todos los asistentes a la misma que iban llegando, y le grité, acercando muchísimo su rostro al mío: - ¡NO ERES MI MALDITO PADRE, NI MI MALDITA MADRE, NI NINGUNO DE MIS MALDITOS PROFESORES, ASÍ QUE DÉJAME EN PAZ! -, tras lo cual lo empujé con fuerza, haciéndolo caer de espaldas al suelo. El pobre diablo sólo pudo mirarme con rostro lastimero, tal cual lo hubiera hecho un perro apaleado. Se levantó intentando no perder la poca dignidad que le colgaba hecha jirones, lo cual me pareció tan patético que casi tuve que contener una carcajada, y, con la cabeza gacha y sin mediar palabra, se marchó.

- Bien – Dije para mis adentros – Si se hubiera quedado hubiese terminado estropeándome la diversión -.

Pero, en dicha fiesta, diversión fue lo que menos encontré. Resulto ser tan sólo una más, como todas las demás fiestas, sin nada que la hiciera mínimamente diferente de los cientos de otras fiestas a los que había acudido en los últimos meses. De hecho, me estaba resultando tan mortalmente aburrida que decidí que no tenía ningún motivo para seguir sufriéndola. Y me marché.

Durante el camino de vuelta, volví a pasar por la misma calle donde estaba la asquerosa vieja que nos encontramos a la venida. Y allí estaba ella, sentada en el mismo lugar, otra vez mirándome desde su ceguera, como si no hubiera despegado su pegajosa vista ciega de mí en toda la noche. La calle estaba completamente solitaria. Y, entre la discusión con Edgar Allan, y el poco solaz que encontré después durante la velada que se supone que hubiera debido entretenerme, no tardé en llegar a la conclusión de que, quizá, apalear a esta vieja hasta la muerte me haría sentir algo mejor. ¿Por qué no? Sería una experiencia nueva para mí, algo que jamás había hecho antes, y que quizá me ayudara a deshacerme de esa sensación de aburrimiento que aún me perseguía, como un mal olor que se nos pega a la ropa y a las fosas nasales. Y ante mí tenía a la candidata perfecta. Al fin y al cabo, ¿qué importaba? Sólo era un despojo humano que ensuciaba las calles de mi ciudad. No sólo nadie la echaría de menos, sino que, más bien al contrario, todo el mundo que pasara por aquí se alegraría de no tener que tropezarse con algo tan horrendo que empañara el transcurrir de su día. Así que, si lo pensaba bien y con frialdad, y esto es algo con lo que incluso el pobre Edgar Allan se vería obligado a estar de acuerdo, quitando esta basura de este lugar estaba llevando a cabo un servicio a la comunidad. Así que hacia ella encaminé decidido mis pasos, y, cuando ya la tenía muy cerca, me quité el sombrero y lo dejé en el suelo junto con mi capa, y agarré mi bastón de caoba por uno de sus extremos.

- Así que has vuelto, guapo joven. Aún tengo en mi regazo la limosna que me diste antes. - díjome la vieja con sorna. -.

Y esa voz, grave y terrosa, tan antigua como el propio mundo, me produjo tal repugnancia que tan sólo dio fuerzas a mi homicida empeño. Sin mediar palabra, me acerqué a ella hasta que estuve tan cerca que, de haberlo querido, hubiera podido tocar mis botas con sus arrugadas y asquerosas manos, y, a esa distancia, la miré desde arriba. Ella, a su vez, levantó su cabeza, haciendo sonar todas y cada una de las vertebras de su cuello deshecho, y, una vez más, clavó en mí una mirada que no existía desde unos ojos que no estaban allí. Era imposible, pero la anciana ciega... ¡me estaba mirando! Un escalofrío me recorrió la espalda. No por miedo, pues dadas las inclinaciones de mi carácter, resultábame harto imposible creer en nada sobrenatural. De hecho, ni sabría decir qué me producía tal espanto, ni por qué. Haciendo acopio de todas las fuerzas que en mi corazón palpitaban, levanté el bastón por encima de mi cabeza, con la asesina intención de descargarlo con brutalidad sobre la vieja bruja. Pero ella seguía con su no-vista clavada en mí. Y cual no sería mi terror cuando comprobé que, de sus cuencas vacías, de repente, salieron sendas bolas, de textura parecida al plumaje, brillantes y negras como la noche o el infierno. Y cada una de ellas, para mi espanto, comenzó a deslizarse hacia abajo por su cara, como horripilantes caricaturas de negras lágrimas, al tiempo que crecían y crecían hasta convertirse en dos enormes pajarracos, dos cuervos de terrorífico aspecto, que quedaron ambos posados sobre ella, cada uno sobre uno de sus hombros, mientras ella continuaba mirándome desde su vacío, con una mueca inerte en la cara. Tan horrenda visión me dejó completamente paralizado. No pude, por más que lo intenté, mover ni un músculo del cuerpo. Por más que mi mente le ordenaba a mis piernas que dieran media vuelta y salieran corriendo de allí, estas se negaban a obedecer. Y aquellos cuervos, graznando su terrible melodía, se abalanzaron sobre mí. Uno de ellos me arrancó el ojo izquierdo, y el otro, el derecho. Mas no pude proferir, no ya un grito, sino ni la más mínima y leve queja, pues incluso mi garganta había quedado completamente inerte, sin vida.

Respecto a lo que pasó después, no sabría explicarlo con exactitud. Me atreveré a relatarlo más mal que bien con las pobres palabras que vaya encontrando improvisadamente a mi paso, pues para describir los horrores del infierno, el lenguaje humano se muestra completamente ineficaz, y jamás podrá describir con exactitud lo que está viendo. Sólo sé que, sin ojos, sentí mi cuerpo desvanecerse, convertirse poco a poco en humo. Y, sin ojos, igual que veía la vieja, yo también vi desde mi nuevo estado como de uno de los cuervos se deshacía también en una negra niebla. Y la niebla en la que yo me había deshecho adquirió a su vez la forma de un cuervo, acaso la misma que acababa de “ver” desvanecerse. Y noté que, con mi nueva forma y mi nueva voz, que cantaba a los misterios de la noche, y mi nuevo oído, que era capaz de entender idiomas antes ininteligibles, una orden silenciosa, no pronunciada en ninguna lengua conocida por el ser humano, una lengua tan antigua como el propio mundo, me instaba a guarecerme en una de las cuencas oculares de la vieja. Esa iba a ser mi morada a partir de ese día. Ahí debía esperar, día tras día, quizá durante meses, o años, o incluso siglos, quién sabe, a que algún otro ingenuo cayese en la temible trampa en la que yo también había caído, y liberase mi alma al sustituir mi puesto en tal infernal morada, como yo había sustituido el alma de quién sabe qué otro desgraciado. De hecho, ni sé el tiempo que ha pasado ya desde aquel fatídico día, pues aquí, en este mi nuevo y repugnante hogar, el tiempo, tal cual lo contaba cuando aún poseía mi humana forma, ya carece de todo sentido. No sé cuánto ha pasado, ni sé cuánto habrá de pasar hasta que mi alma sea liberada. Quizá la espantosa respuesta a tal pregunta no quisiera yo jamás escucharla. Quizá la respuesta sea: nunca más.

jueves, 2 de junio de 2016

CRISTAL Y HUMO



Érase una vez un mundo en el que todo era hierro y cemento. Incluso los habitantes de este mundo eran de hierro y cemento, con mentes metálicas que albergaban pensamientos de hierro, y corazones petrificados que cobijaban sentimientos de cemento.




Un día, una madre dio a luz a un niño diferente, deforme. A diferencia del resto, nació con un corazón de cristal que tan sólo podía albergar sentimientos hechos de humo. Y su madre pensó que este niño, a causa de su deformidad, estaba destinado a no durar, pues estando su corazón hecho de materiales tan frágiles, tan etéreos, no tardaría en quebrarse en mil pedazos, así que se entristeció y lloró un mar de lágrimas, y sucedió entonces que este mar que brotó sin cesar de sus ferreos ojos oxidó toda su piel y todas sus articulaciones, por lo que nunca más pudo volver a moverse. En cuanto al niño, siendo tan sólo un bebe recién nacido, no supo hacer otra cosa que acurrucarse en el frío regazo de su inmóvil madre, y esperar, y esperar, y esperar, con la esperanza de que el leve ruido que hacía su corazoncito de cristal al recoger y expulsar el humo de sus infantiles ilusiones despertase algún día a su madre de su rojo letargo…




Desde ese día, en ese mundo hecho de hierro y cemento siempre se dijo que la esperanza estaba hecha de cristal y humo.



miércoles, 25 de mayo de 2016

LA PIJA Y LA BARRA DE LABIOS




Entró al centro comercial meneando el culo cadenciosamente, como siempre hacía al caminar. Era una chica muy hermosa, con un cuerpo escultural en el que se notaban las muchas horas de gimnasio y de dieta, y cuyos contornos se apreciaban claramente dada la estrechez de las prendas que vestía. Como todas las pijas tontas que se precien de serlo, ésta, por supuesto, también era rubia. Y ni que decir tiene que, a ojos del sexo contrario, estaba muy buena.

No obstante, pese a la superficialidad de su carácter, era una chica decidida que sabía lo que quería. Y lo que quería, lo que había ido a buscar, era una barra de labios. Pero no una barra cualquiera. La que quería era una Rouge Dior Baume Edición Limitada Primavera 2016 – 750 Rosebud. La había visto en el catálogo y se había enamorado de ella. Tenía que adquirirla, que poseerla, a cualquier precio, pasara lo que pasara, aunque se desmoronaran los pilares del mundo y cayera la civilización occidental, ella no saldría del centro comercial sin lo que había ido a buscar. No podría ser feliz si no la conseguía. Así que cuando llegó decidida al mostrador de la sección de cosméticos, le descerrajó al vendedor a la cara sin ninguna compasión:

- Quiero una barra de labios Rouge Dior Baume Edición Limitada Primavera 2016 – 750 Rosebud.

A lo que el pobre vendedor se le ocurrió contestar:

- Lo siento, señorita, pero justo ese color no lo tenemos ahora mismo, pero no se preocupe, que ahora mismo le muestro la amplia gama que poseemos, y seguro que encontramos algún otro que...

Claro está que todo esto lo había dicho el vendedor automáticamente, mientras abría el expositor y sacaba un amplio surtido de muestras. Pero, en cuanto dejó las muestras en el cristal del mostrador y miro a la chica, no pudo menos que sorprenderse. Su expresión era de auténtico odio.

- ¿Cómo que no lo tienen? Tienen que tenerlo. No acepto un “no” por respuesta. 

- Pero, señorita... Yo es que... Verá... Lo tenemos habitualmente, pero se ha agotado, aunque ya está pedido, si quiere esperar unos días a que llegue...

- ¿Unos días? - dijo la rubia casi en un susurro – !UNOS DÍAS! – Volvió a repetir, aunque esta vez gritando en una explosión de cólera.

- Bueno, quizá haya algún otro que le guste... – les respondió titubeante el vendedor, que ya comenzaba a estar de verdad asustado.

La cara de la pija se retorció hasta semejar una máscara de un dios africano.

- ¿Acaso te parezco una mujer que se conforme con cualquier otro? - Dijo, arrastrando las palabras como un prólogo de lo que iba a suceder a continuación, mientras abría su diminuto bolso de Cartier y metía la mano en él.

- Señorita... Por favor... Yo... Yo... – Atinó a decir el vendedor entre balbuceos, cada vez más asustado, que comenzaba a sudar copiosamente.

Y, del minúsculo bolso, como si fuera el de Mary Poppins, la pija sacó un hacha descomunal que ninguna ley de la física podría explicar cómo demonios ni con qué acto de brujería había logrado meter ahí.

Lo último que acertó a decir el vendedor entre horripilantes gritos de terror fue – ¡SEÑORITA, POR FAVOR! ¡NOOOOOOOOOO! – mientras el hacha le caía implacable justo en medio de la frente, justo entre los ojos, separando su cabeza en dos mitades perfectas, mostrando sus hemisferios cerebrales, aún calientes, aún procesando lo que había sucedido, y sin necesidad de ningún escáner, a la vista de todo el mundo.

Acto seguido, la pija mojó su dedo índice en la sangre y sesos que le manaban de la cabeza al difunto, cuyo cuerpo aún se convulsionaba levemente, se pasó delicadamente el dedo ensangrentado por los labios, se frotó el labio superior contra el inferior, se miró en el espejo, y se dijo a sí misma – ¡Perfecto! –

Y lo más curioso es que nadie hizo nada. Nadie gritó y huyó con pánico. No hubo un tumulto. De hecho, lo más extraño de todo es que ni siquiera nadie miró mientras la carnicería y los espantosos alaridos tenían lugar. Todo el mundo siguió a lo suyo, con sus compras, con sus idas y venidas, con sus conversaciones intrascendentes, con sus transacciones comerciales de intercambio de mercancías por dinero de plástico, con la atención puesta exclusivamente en lo que estaba haciendo, sin inmutarse, como si no fuera con ellos, como si el sacrificio de un semejante fuese lo más normal del mundo. Es más, el guardia de seguridad sonrió con picardía a la rubia cuando pasó a su lado, hacha ensangrentada en mano, los labios rojos de sangre y sesos, y le miró descaradamente el culo bamboleante cuando ya salía, mientras los limpiadores ya se afanaban en retirar el cadáver y limpiar todo aquel desaguisado.

1ª MORALEJA: Jamás te interpongas entre una pija y su barra de labios.

2ª MORALEJA: Sólo hay una cosa peor que las iras de una pija, y es la falta de empatía y la indiferencia ante las injusticias que cotidianamente y por doquier nos rodean.


lunes, 23 de mayo de 2016

EXCESO DE POBLACIÓN




En una plaza, una algarabía de gente dispar se congrega.

Es dicha plaza un escenario desigual para tan desigual elenco de actores.

Por algunos lados parece un bosque enmarañado, un laberinto salvaje y verde, una vital confusión de ramas, de hojas y de flores de mil colores, mientras que por otros asemeja a esas idílicas y conservadoras plazas, con el césped siempre impoluto y recién cortado, y una hilera de domesticados árboles, todos equidistantes, todos iguales, y un banco debajo de cada árbol, y una papelera al lado de cada banco. Aquí puede verse una estatua de estilo tan clásico que podría ser el original de un templo de la Grecia de Pericles, y más allá puede verse una marquesina que se parece tan poco a la imagen que tenemos de lo que debería ser una marquesina que tan sólo se puede catalogar como de estilo vanguardista-modernista-retro-punk-post-apocalíptico. Vista desde un lado, parece un círculo perfecto de perfectas proporciones, pero, desde el lado contrario, se asemeja a un extraño poliedro de infinitas caras. Desde un punto de vista, parece una superficie llana y completamente plana, pero desde el punto de vista contrario, está tan llena de altibajos, elevaciones y socavones, que parecería que fue esculpida por la caprichosa mano de un gigantesco titán que hubiese jugado a apretujar y amasar la tierra como lo hubiera hecho un niño jugando con arcilla.

El escenario y su atrezo ya están montados. Pasemos ahora a los actores.

En cuanto a la humana fauna que puebla tan peculiar lugar, sólo se puede decir que es tan variopinta como lo es el recinto que los acoge.

Unos están alrededor de un orador que, subido a una silla y haciendo equilibrio sobre un solo pie, suelta una perorata sobre algún tema, profundo o banal, lo mismo da.

Otros escuchan a un músico callejero que toca una guitarra sin cuerdas, o a un poeta que recita un poema sin palabras.

Algunos discuten entre ellos en un acalorado debate, por momentos de manera aséptica y ordenada, con pasión, pero respetando, disciplinados, cada uno su turno de palabra, por momentos hablando a gritos todos al unísono para crear una molesta cacofonía.

Otros simplemente van y vienen, de acá para allá, o de allá para acá, unos cuantos a las prisas y sin mirar a su alrededor como hormigas concentradas en su labor; y, otros cuantos, paseando lentamente y saboreando a cada paso del canto de los pájaros, la forma de cada hoja, de cada flor, su aroma y fragancia, su dulzura y su frescor.

Yo estoy en medio de la plaza, observando atentamente y en silencio a cada persona que viene y va.

Y sonrío para mis adentros cuando me percato de que todas esas personas soy yo, y que esa plaza es mi vida.

Me he reinventado a mí mismo tantas veces que a veces me cuesta reconocerme entre el gentío que día a día he ido siendo, cada hora, cada minuto, hasta el punto de que a veces me pregunto quién soy yo entre todos los que veo, si quedará algo de mí entre tanto revuelo de gente que va y viene.

Y me rio de sus conversaciones:
 
- Hola yo, soy Yo.
 
- Hola yo, ¿cómo Yo por aquí?

 
- Yo no soy tú, yo soy Yo, tú eres mi yo de ayer.

 
- No, tú no eres Yo, eres mi yo de mañana, que puede al mismo tiempo ser cualquiera, ser todos y no ser nadie.

 
- Eso no tiene sentido.

 
- Tiene el sentido de que eres las decisiones que aún no he tomado, los caminos que aún no he transitado, los que elegiré transitar, y también la posibilidad de los que no elija, como un acertijo de lo que aún está por venir.


¿Soy yo realmente alguno de ellos? ¿Queda algo de mí mismo en mí mismo? ¿Soy la misma persona hoy, que está parada aquí y ahora mirando a su alrededor, que la que fui ayer y que veo deambular por los aledaños de esa plaza, con otra ropa, otro aspecto, incluso otra cara diferente?

¿Cuántos yoes puede albergar mi Yo antes de reventar de excesivo crecimiento demográfico?

A veces me gusta esta ruidosa reunión, me gusta discutir con mis otros yoes, aunque la discusión no siempre sea placentera ni civilizada, aunque me entren psicópatas ansias asesinas y deseos de estrangular a mis contertulios, que no son otro que yo mismo, pero, que, incluso en ese extremo caso, no deja de ser divertido.

En otras ocasiones, desearía borrar de la faz de la Tierra, o al menos de esa plaza que es mi mente, todo rastro de vida, todo rastro de mis otros yoes, y quedarme solo Yo, en silencio, desnudo, tumbado en la tierra fría en posición fetal, sin que nadie me moleste ni perturbe ese placentero estado de paz, tan próximo al estado de sueño o el de su hermana gemela, la muerte.

Pero, ¿quién piensa ésto? ¿quién desea ésto? ¿quién desea la paz en un momento, o la guerra en el momento siguiente? ¿cuál de mis yoes es el que puedo considerar verdaderamente mi propio Yo?

¿Soy la circunstancia casual que en un momento determinado hace ir por un camino en vez de por otro? ¿Soy el camino? ¿O soy los pies que lo caminan? ¿Qué hay de mí en todo ello? ¿O acaso estoy más allá de todo ésto? ¿Soy un ente inmutable, al margen de sus circunstancias, o soy la suma de las mismas?

Decía el sabio que el todo es mayor que la suma de sus partes. Si esto fuera cierto, he de suponer que yo soy más que la algarabía de mis yoes que en la plaza se congrega, sería todos ellos sin ser ninguno de ellos en concreto. Sería la síntesis de la tesis y la antítesis. Sería la catarsis hecha carne.

¿Quién sabe? Si tuviera respuesta a esta pregunta, tendría el secreto de la existencia humana.

Mientras no tenga respuesta, seguiré en el centro de la plaza, observando a todos mis yoes que a mi alrededor deambulan.

Deseando, por momentos, esa feliz algarabía. Y, por momentos, la paz del silencio absoluto. Sin saber nunca quién desea una cosa o la otra.


jueves, 19 de mayo de 2016

ANOCHE ME SUICIDÉ











Anoche me suicidé.


Caminé como el muerto que pronto esperaba ser hacia el cajón donde guardaba el arma.


La cogí anhelando su tacto negro contra la ardiente palma de mi mano, el frío del acero del gatillo en contacto con mi dedo tembloroso, su clara certeza de muerte contra mi oscuro desvarío sin sentido.


Apoyé su cañón contra mi sien.


Cerré los ojos.


Respiré hondo.


Disparé.


Y lo más extraño de todo es que no sucedió nada.


La bala salió de la boca del revolver como un tren sale a toda velocidad de la oscuridad del útero de la tierra hacia la luz del rojo amanecer de mi cerebro, lo atropelló, deshaciéndolo en mil pedacitos y arrojándolo fuera de mi cráneo violentamente contra la pared.


Pero no sucedió nada.


Seguí viviendo.


Miré perplejo con mis ojos que hubieran debido estar carentes de vida a mis propios sesos pintando un cuadro surrealista sobre el blanco lienzo de escayola sobre bloque.


Pensé que las líneas rojas y los pegotes grises bien hubieran podido ser firmados por Jackson Pollock.


Y también pensé que no sabía cómo podía pensar si mi cabeza estaba vacía, si un pequeño agujero de entrada y uno más grande de salida atestiguaban que había sido vaciada por completo.


Si pudiese, me hubiese sacado un ojo, y, sosteniéndolo cuidadoso entre los dedos, lo hubiera introducido por el agujero más grande, para ver si era capaz de comprender algo de lo que estaba pasando, para que mi propia vista pudiera comprobar si efectivamente si mi cabeza estaba vacía del todo, o había quedado algún resquicio de cerebro pegado al hueso que pudiera seguir pensando por su cuenta algunos últimos pensamientos.


Pensé también que quizá mi cerebro siguiera pensando en mí persona, como un yo externo que piensa en mí desde fuera de mí, aunque ya no estuviera en mí, y que lo que ahora chorreaba ante mis ojos se habría convertido en un nuevo cerebro, o en el viejo cerebro que se había reorganizado tras el caos de una bala que le había hecho el amor salvajemente, o en cualquier otra cosa que no puedo explicar con palabras, pues las palabras supuestamente deberían salir de un cerebro que ya no sé cuál es, ni dónde está, ni por qué sigue pensando en contra de mi voluntad, y mis pensamientos quizá se estaban originando en lo que una vez fueran mis sesos y mi sangre, ahora formando ese extraño dibujo en la pared, ante lo cual la pared entera, o quizá incluso la habitación, era ahora mi cráneo, un cráneo bidimensional dentro de un edificio bidimensional dentro de una ciudad bidimensional dentro de un universo bidimensional.


Si así fuera, mis pensamientos también serían bidimensionales, como una fotografía negada de movimiento y de vida, estampados contra una superficie plana, pensamientos planos.


Tendría que volver a repetirlo una y otra vez, hasta el infinito.


Tendría que volver a volarme la cabeza una y otra vez para que mis sesos ya no cupieran en esa pared, y se elevasen en diferentes capas, y tuviesen que salir de ella, chorreando hacía el suelo, hacia el techo, hacia las demás paredes, hacia todas las paredes que conforman este universo cúbico que me rodea, llenándolo y preñándolo de sesos y de sangre hasta que las dos dimensiones por fin se convirtieran en tres, o en qué se yo cuántas más, porque cuando mi cerebro adquiera el volumen necesario para llenar de sus despojos un universo cúbico completo, seguramente que ya no existirían tan sólo estas tres tristes dimensiones.


No existiría ni siquiera el espacio, ni el tiempo.


Ahí sí que sabría que al fin estoy muerto.


Pero, ¿y si después de la primera vez mi cabeza hubiera quedado irremediablemente vacía?


¿Si ya no hubiera nada dentro de ella para seguir pintando ese cuadro?


¿Y si yo realmente hubiera quedado del todo vacío, como un muñeco de trapo al que le hubieran arrancado el relleno?


¿Y si mis pensamientos quedaran así para siempre, irremediablemente planos y bidimensionales?


Esta perspectiva es tan terrible, que me suicidaría ante el espanto que me produce, si no fuera porque eso ya lo probé anoche, y no sucedió nada.


EPÍLOGO:



Una vez leí, no recuerdo dónde, que si un escritor tenía que escribir un epílogo para explicar una obra, es que no había escrito bien dicha obra, porque lo normal es que ella se hubiera explicado por sí misma, y toda explicación posterior hubiera sobrado.



En este caso, mucho me temo que mi ingenio como escritor ha tropezado con una piedra y ha caído rodando por los suelos, porque parece ser que el mensaje que quería transmitir no llegó con la claridad debida. Y diría más, parece que la analogía del suicidio ha herido sensibilidades a personas a las que leo asiduamente y aprecio mucho. A ellas, les ruego me disculpen.



Así pues, no tengo más remedio que añadir este epílogo a modo de explicación, para equilibrar mi torpe intento y corto talento a la hora de expresar lo que parece que no pude o no supe.



En realidad, todo el relato intenta ser una metáfora, a todas luces demasiado rebuscada, lo admito, sobre la entrega total del artista en el acto de crear, que pone toda la carne en el asador de su arte y se deja la piel en ello como si se dejara la vida, y después comprueba frustrado que su obra no es lo que él esperaba en su principio, Y creo que esa especie de frustración y de bloqueo creativo lo hemos sentido todos y todas alguna que otra vez. No es casual que lo que sale del cerebro del personaje se asemeje a un cuadro de Jackson Pollock. Era una pista y un claro indicio de que estaba hablando de un artista. Hubiera podido decir que contra la pared surgió un poema de William Blake, o la sinfonía de Karel Husa que usé como inspiración mientras escribía, y cuyo vídeo compartí junto con el texto por ese mismo motivo, para que el lector escuchara las mismas notas que yo escuché mientras tecleaba. Pero usé la imagen de un cuadro de Pollock porque me pareció que era lo más gráfico. Y quizá incluso resultó demasiado gráfico, hasta el punto que la metáfora quedó completamente sepultada detrás del supuesto aspecto más “gore” de la imagen simbólica.



Ya lo dije claramente en mi anterior entrada: un poeta no siempre escribe sobre lo que le sucede a él personalmente. A veces inventa un personaje. Evidentemente, yo nunca me he suicidado, ni siquiera lo he intentado. Pero sí que he vivido muchas veces ese sentimiento, permítaseme la licencia de llamarlo “paralelo”, de morir simbólicamente durante el acto de crear. Y eso mismo es lo que le sucede al personaje del relato. De ahí su miedo a quedar “vacío”, que viene a ser otra metáfora a perder la inspiración de las musas. ¿Y si ya lo he entregado todo en esta obra? ¿Y si no me queda nada dentro para una más, para la siguiente? De hecho, todos sabemos que, a veces, cuando una obra nos reclama mucho esfuerzo, después necesitamos un tiempo (la duración para cada cual es completamente subjetiva) de, digamos, recuperación, antes de volver a escribir con normalidad. E incluso puede suceder, muchas veces, que un artista no sea objetivo sobre su propia obra, llegando a ser completamente injusto con ella, y la odie y la denueste una vez concluida, e incluso la recluya en un cajón y no vea la luz hasta muchos años después.



El proceso creativo siempre es caprichoso. Y tirano, no lo olvidemos.




lunes, 16 de mayo de 2016

AND THE AWARD GOES TO...


Estimados amigos y amigas:

Hace ya un par de semanas recibí una nominación de parte la amiga Sara Redondo Scriptrix para el Liebster Award, que consiste en un medio de promoción para los blogs de menos de 200 seguidores. El enlace es el siguiente:


Poco tiempo después, recibí una nominación de mi querídisima y admirada hermana de letras Yayone Guereta para el premio Presentimientos Life Dreams. El enlace:


Y cual no sería mi sorpresa cuando, al poco otra vez, otra de mis grandes y admiradas amigas, Mayte Dalianegra, me nominó para el premio Premio Blogger House. Ella no lo hizo a través de su blog, sino a través de su perfil de Google+:


Así que, primero que nada, lo obligado es agradecer a esas tres personas las nominaciones. A ellas, mil gracias, de corazón.

El Liebster Award no tiene ningún logo específico, los de los otros dos son estos:

1.



2.



Estos tres premios se dan a aquellos blogs cuyo contenido eleva el nivel cultural de la blogoesfera, por lo cual, a la par de agradecido por las tres menciones, me siento bastante asombrado, pues no soy más que un recién llegado a estas tierras y apenas me he dado a conocer aún.

Cierto es que he tardado un poco en reaccionar, aunque en mi defensa he de alegar que mis asuntos prosaicos fuera de la red, en el mundo real, me han tenido bastante ocupado últimamente, por eso ni siquiera estoy publicando todos los días, como al principio, sino cada dos o tres, o incluso cuatro días, cuando puedo y encuentro un hueco.

En esos momentos también me gusta sentarme a leer a mis incondicionales de por aquí, que son muchos, y cada día más, puesto que no me gusta encasillarme, ni las endogamias, sino abrirme a conocer cada día más blogs y escritores nuevos y desconocidos para mí, aunque ello, contradictoriamente, signifique tener cada vez menos tiempo de leerlos a todos y cada uno con el respeto que se merece. Pero bueno, se va haciendo lo que buenamente se puede. Siempre intento pasar por todos los blogs y dejar mi pequeña huella, hacer saber que lo que he leído me ha parecido bueno, y dar ánimos para seguir escribiendo, pues de eso se trata.

Y por eso precisamente he querido hacer la mención a los tres en una misma entrada de mi blog, para no dejarlo para más adelante. Y puesto que el Liebster Award incluye una pequeña entrevista, aquí les dejo las preguntas y mis respuestas.

1 ¿Cuál es tu saga favorita?

Como friki confeso, reconozco que, si hablamos de narrativa, las que me pueden son las que me llevan por los senderos del misterio, el terror, la fantasía o la ciencia ficción. No obstante, como tengo ya unos años a mis espaldas, también debo decir que mis sagas favoritas también tienen esos mismos años a sus espaldas. No suelo leer a autores contemporáneos en esos estilos. ¿Y para qué? Tengo a los grandes clásicos del género. La saga de la Fundación de Asimov es de esas que suelo rescatar de vez en cuando para releerla. La de Dune, de Frank Herbert, por supuesto, y además es de mis preferidas. Luego está una saga que no es exactamente una saga, sino un conjunto de relatos independientes con nexos comunes, y me refiero a los mitos de Cthulu, de H. P. Lovecraft, gran maestro del terror cósmico.

2 ¿Qué le preguntarías a tu autor favorito si lo tuvieras delante?

Absolutamente nada, porque no soy nada mitómano. Tengo meridianamente claro que las personas de cierta relevancia social en el mundillo que nos ocupa no dejan de ser, por más famosos o famosas que sean, personas normales y corrientes, independientemente de los logros obtenidos (aún recuerdo el famoso “¡A LA MIERDA!” de Fernando Fernán Gómez a un admirador que tuvo el valor de pedirle un autógrafo, y se me ponen los pelos de punta de pensar que alguien a quien admiro me ofreciese una respuesta como esa), así que mejor paso de preguntar nada, no sea que me respondan y no me guste la respuesta.

3 ¿Cuál es tu representación artística favorita? pintura, escultura...

Más bien ninguna. No me llevo bien con las artes que yo llamo “estáticas”, ya sean la pintura, la escultura, o incluso la arquitectura. Que nadie me malinterprete ni, por favor, tergiverse mis palabras. No quiero desmerecerlas en absoluto. Simplemente es que, en mi ignorancia, no me dicen nada, me dejan vacío. Todo lo contrario de lo que me sucede con lo que yo llamo artes “dinámicas”, es decir, con la literatura, con el cine o con la música.

4 Si te gusta la poesía, dime quien es tu poeta favorito y un poema que te guste

Me gusta la poesía, y mucho. Nombrar uno sólo que me guste es imposible. Nombrar uno que me ha marcado notablemente es fácil: Jorge Luis Borges. Y su poema, “El Gólem” (¿no era acaso evidente?). En cuanto al resto de poetas, como ya he dicho y de hecho siempre repito hasta la saciedad, no me gusta encasillarme, porque eso significa la muerte de la creatividad. Así que me gusta leer de todo lo que cae en mis manos, desde Homero hasta Bukowski, pasando por Góngora, Jodorowsky, Milton, Blake, Lorca, Neruda, Cervantes, García Montero, Karmelo Irribarren, Bertold Bretch, Lope de Vega, Alfonsina Storni, Panero, Jorge Manrique, José Hierro, Blas de Otero, Luis Cernuda, cualquiera de los hermanos Goytisolo, Saramago, Cafavis, Juan Gelman, Manolo Romero, Agustín Millares Sall, Jorge Boccanera, Benedetti, Gioconda Belli, Nicanor Parra, Manuel Moreno Díaz, Modesto Ballesteros, Francisco Tarajano Pérez, Luis Muñoz, Marco Antonio Campos, Josefa Parra, Federico Gallego Ripoll, Jorge Díaz Martínez, Pedro Lezcano, Modesto Ballesteros, Francisco Díaz de Castro, Alonso Quesada, Alberto Santamaría, Fernando Pessoa, Yolanda Castaño, José Vicente Sala... Y no puedo seguir, porque simplemente no acabaría nunca...

5 Nombra algunos blogs que visitas a menudo

Difícil nombrar algunos, porque son demasiados y siempre se me quedarán otros en el tintero, por simple olvido o despiste. A esos, por anticipado les pido disculpas humildemente. Los que ahora mismo se me ocurren...























Y vuelvo a repetir, si alguno se me ha quedado en el tintero, le ruego mil disculpas.

6 ¿Cuales son tus blogs favoritos? literarios, personales, de informática e Internet, de cocina...

Generalmente blogs literarios, aunque también suelo visitar alguno que otro de música.

7 ¿Prefieres una buena saga literaria o una buena serie de televisión?

Todo depende del momento y de qué saga o serie estemos hablando. Ahora mismo hay unas cuantas series que me tienen absolutamente enganchado. Una de ellas es la de “Vikingos” (soy un enamorado de la historia, y esa es de las que tiene bastante rigor histórico, a pesar de las licencias evidentes de ciertos personajes). Otra serie que también me enganchó en su momento, y por los mismos motivos, fue “Roma”.

8 ¿Eres de libro y luego peli, peli y después libro o solo peli o solo el libro?

Aunque me encanta leer, también soy muy cinéfilo. Y opino que tanto la literatura como el cine son dos formas de expresión artística muy válidas en sí mismas, y además completamente diferentes. La literatura excita la imaginación del lector hasta el punto de que una descripción da pie al lector a imaginar por sí mismo el aspecto físico de los personajes, el escenario, e incluso la banda sonora que debe acompañar a la escena que está viviendo en las páginas de ese libro. Y por eso, a los bibliófilos excesivamente puristas les molesta tanto muchas veces una adaptación cinematográfica de una novela que a ellos les ha llegado muchísimo: por muy buena que sea, jamás se parecerá al cien por cien a la imagen que se forjaron en sus mentes. Porque el cine ofrece, aparte de una historia, también unos decorados establecidos que en ocasiones son auténticas obras de arte arquitectónico, una música que puede estar a la altura de las mejores sinfonías de los grandes clásicos, un vestuario que no tendría nada que envidiar a las mejores pasarelas de la moda de cualquier época y lugar de este planeta o de cualquier otro imaginado, una fotografía que podría perfectamente rivalizar con el arte pictórico más excelso... Y por eso mismo no entiendo esa manía de estar comparando continuamente el cine con la literatura, cuando se trata de una comparación fuera de lugar. Cuando de un buen libro resulta una buena película, ¿por qué tenemos que estar midiendo con regla y metro cuánto del libro ha contado y cuánto ha omitido? Las películas tienen cosas que los libros no tienen, y viceversa. Aceptémoslo así.

Peeeeerooooooooo... (tenía que haber un “pero”) Esto que acabo de escribir es una cosa, y otra muy diferente es lo que muchísimas, demasiadas veces hace la gran industria hollywoodiense, que no es más que cargarse directamente una buena historia sólo en aras de hacerla más tragable para el gran público de masas, es decir, más comercial. Como friki que ya me he confesado, pondré un ejemplo: “Soy leyenda”. La novela de Richard Matheson tiene millones de matices y lecturas e interpretaciones diferentes, como toda buena novela de ciencia ficción que se precie. Incluso el personaje principal camina sobre el filo de la navaja entre el bien y el mal, sin saber exactamente quién es el humano y quién el monstruo. Después llega Hollywood, contrata a un actor muy famoso por una serie cómica y varias películas de mucha acción, y convierte la historia en un cóctel de tiros, explosiones, persecuciones, efectos especiales a mansalva y poco más. Incluso quita a muchísimos personajes sin los cuales la historia deja de ser lo que era en un principio. ¿Resultado? Éxito de taquilla debido a un público poco exigente tras haber destrozado una historia de una complejidad psicológica bellísima. Y así, por desgracia, funciona casi todo la gran mayoría de las veces.

En resumidas cuentas, me gustan las películas que son obras de arte, al margen de los criterios de comercialidad. Y lo mismo vale para los libros.

9 ¿Quién se esconde detrás de tu blog?

Una persona para la cual escribir es vivir... No... Espera un momento... ¿o era al revés, y vivir es escribir? No sé, me he liado...

10 ¿Que intención tienes con tu blog?

Escribir y leer lo que otros escriben, única y exclusivamente.

11 ¿Eres de escribir o leer ciencia ficción o historias basadas en hechos reales?

No creo que deba existir una regla predefinida a la hora de escribir. Me gusta tocar todos los estilos, ser ecléctico. Y como lector, como ya dije con la poesía, me confieso exactamente igual. Cerrarse a cualquier estilo es cerrarse a descubrir nuevas formas de enriquecimiento personal y profesional. Dicen que un poeta sólo puede escribir con el corazón, aquello que siente muy dentro. Personalmente creo que eso es una solemne tontería. A veces, como escritor y poeta, me gusta imaginar situaciones en las que me pongo en la piel de un personaje que no soy yo en absoluto, que no siente lo mismo que siento yo, que no actúa como actuaría yo. En base a eso, precisamente, un escritor puede describir una batalla sin haber participado jamás en ninguna, puede adentrarse en los bajos submundos de la delincuencia y la droga aún siendo un ciudadano ejemplar en su vida diaria, puede darle alma y voz a un asesino psicópata aunque él mismo sea incapaz de matar una mosca. Y tres cuartos de lo mismo vale para el poeta. Podemos escribir versos que lloren sangre, que destilen odio, que supuren deseo, que ardan hasta el tuétano o que empapen hasta el alma, y quizá ninguno de esos sentimientos sea realmente nuestro, sino del personaje que estamos creando, y cualquier parecido con la realidad podría ser pura coincidencia. Sin que esto sea, por supuesto, una regla fija. Las reglas fijas encorsetan y lastran la creatividad. Por eso, siempre es mejor dejarse llevar por la inspiración y escribir lo que dictan las musas, sea parte parte de nuestra realidad o pura ficción. ¿Cómo sabe el lector cuando es un caso u otro? En eso consiste exactamente el misterio de la poesía: nunca puede saberlo con certeza, sólo puede imaginarlo. Y eso acrecienta el encanto de su lectura.

Para nominar a mis diez, escogeré el método del Liebster Award: aquellos que tengan menos de 200 seguidores en blogspot. Y por supuesto, aunque la admiración es mutua, no puedo nominar a quien me nominó porque entonces entraríamos en un círculo vicioso, en un partido de tenis de nominaciones: yo te nomino a ti, tú me nominas a mí, yo te nomino a ti, tú me nominas a mí... Y eso no sería correcto. Además, quiero hacer constar que esta lista, como todas las listas resumidas, es sumamente injusta, lo admito, pues aquí falta mucha gente a la que también admiro, pero que no cabe por tener más de 200 seguidores, o porque simplemente en el momento que la estaba confeccionando simplemente no me vino a la cabeza, por simple despiste (sí, soy muy despistado, lo admito). Así pues, aceptando toda su imperfección y sin más dilaciones, nomino a:


Y ahora, mis once preguntas (intentaré huir de los tópicos):

  1. ¿Cual es el libro que más te ha marcado, y por qué?
  2. ¿Qué te ha llevado a montar tu propio blog?
  3. Siguiendo la máxima picassiana de "cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando, ¿eres de esos/as escritores/as de alguna manera caóticos que siempre tienen al lado un bloc de notas y un bolígrafo porque se les viene una frase a deshora, siempre de manera intempestiva, o por el contrario eres sumamente organizado/a con tu disciplina de trabajo para escribir, teniendo tus tiempos y tus horarios bien marcados?
  4. Teniendo en cuenta que muchos que consiguen publicar y vivir de sus escritos en realidad no parecen merecerlo, y muchos que sí lo merecen jamás consiguen publicar ni una sola letra, ¿qué cambiarías en el sistema editorial para hacerlo más justo?
  5. ¿Sueles escuchar música para inspirarte a la hora de escribir? Y en caso de que la respuesta afirmativa, ¿qué estilo de música prefieres?
  6. Si eres de escribir relatos, ¿prefieres más relatos cortos, o largos? Y si la respuesta es cortos, ¿eso se debe a que realmente te salen así, o lo haces pensando en el formato blog, que parece resultar incómodo para que el lector se imponga la tarea de leer relatos demasiado largos ante la pantalla de un ordenador? Lo cual llevaría a preguntar: en cuestión de relatos, ¿el tamaño importa?
  7. Si escribes poesía, ¿prefieres el verso libre, o la estructura clásica de métrica y rima? Y si la respuesta es "verso libre", ¿crees que, como dicen muchos puristas academicistas, es necesario dominar primero la estructura rígida y formal de la poesía para después saber saltársela a placer, o crees que, por el contrario, no es necesario estudiar a los clásicos y sus formas de poetizar, sino que con la simple inspiración de las musas se puede escribir lo que se quiera?
  8. ¿Eres, como lector/a, de los que llegas hasta el final con un libro aunque no te esté gustando demasiado, o prefieres arrimarlo y pasar a otro?
  9. Y como escritor/a, ¿eres de los que llegas hasta el final escribiendo una idea aunque en principio no te esté convenciendo demasiado resultado a ver si, trabajándola, puedes mejorarla, o prefieres arrimarla y pasar a otra?
  10. Si la primera pregunta fue qué libro te ha marcado (positivamente, se sobreentiende), para terminar, resulta inevitable preguntar: ¿qué libro te ha parecido más detestable?

Bueno, amigos y amigas, hasta aquí mi entrada de hoy. Espero que les haya gustado. Y si no, les pido disculpas humildemente, prometo enmendarme y hacerlo mejor en la próxima entrada.

Cordiales saludos a todos y todas, y feliz lunes y comienzo de semana.