La luz del sol me impone férrea
dictadura
las horas marca de mi voluntario
encierro,
y sé que mi actuar no es necedad ni
yerro:
digan lo que digan, yo sé que no es
locura.
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Me dicen que esto no es más que otro
delirio
que motivos no tengo para así
encerrarme,
que el carro de Apolo no va a quemar mi
carne.
¡Qué sabrán ellos del lumínico
martirio!
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Un día en un
manicomio encerrado me vi.
Y el psiquiatra
insistía en llamarlo fotofobia
por algún trauma
reprimido en mi memoria.
¿Pensaría lo
mismo mientras su sangre me bebí?
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Llegada ya es la
hora de volverme a mi ataúd
huyendo de la luz
del mal día que amanece.
La sombra de la
noche ya por fin se desvanece,
condenándome el
alba a sedienta esclavitud.
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Ya es hora de
volverme a mi ataúd.
Ya es hora...
Ya es hora...
Recién salgo de mi ataúd y te leo.
ResponderEliminarEs una buena manera de comenzar el día.
Escribes muy bien.
Muchas gracias, compañero. Todo un halago viniendo de ti.
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