En
este justo mundo de legislada quimera
es
cierto que cada cual come mierda a su manera.
Hay
quien obligado está a comerla a diario,
pues,
pobrecitos, ese es de la aurora su rosario.
Hay
otros que la comen esporádica y frugal,
aunque
no por ello sus bocas huelen menos mal,
pero
el caso es que es una verdad eterna e inmutable
que,
naciendo pobre, la mierda resulta más tragable,
y
que todo aquel que nació siendo hijo de vecino
antes
o después paladeará este escatológico desatino.
Así
que, niños, acostumbraos cuanto antes a ella,
acostumbraos
a su sabor sin tener por ello querella,
aliñadla
como os plazca, acaso salpimentada,
con
aceite y vinagre, frita o incluso estofada,
pero
tened claro que en cuanto antes lo aceptéis
quizá,
con suerte, a su gusto os acostumbraréis.
Así,
cuando la mierda os llueva a raudales del cielo
lo
veréis como ese maná esperado con anhelo
y
no como algo indigno para cualquier ser humano,
sino
como un divino don que se pone en vuestras manos.
Aceptad
la mierda pues, y dad gracias por ella sin rebeldía,
pues,
hijos de vecino, ese es el pan vuestro de cada día.
Puntero y muy bien descrito. Y no habrá paraguas que los proteja.
ResponderEliminar¿A que no, amiga? Y es que a los pobres les(nos) llueve la mierda encima, y encima han(hemos) de estar agradecidos.
EliminarUn beso, compañera, como siempre, es un placer tenerte por aquí.
GRacias a tí por regalarnos estos momentos de reflexión y otros simplemente de diversión. Eres un crack
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