LA ROSA PERFECTA

He entrevisto la perfecta armonía

de las formas sinuosas de una rosa,

y ahora intento, aquí rimando, la osadía

de plasmar en escritura desdeñosa

la fragancia, los colores, la belleza.

En mis sueños es perfecto ese modelo,

sus matices acrecientan su riqueza.

Tan perfecta es que despierta mi recelo,

y una duda se me cuela indiscreta:

me pregunto si ella existe en sí misma,

si su esencia, enajenada del poeta,

su raíz en lo real ciega la abisma.

O quizá por el contrario tal vez sea

que esa rosa, en realidad, no tiene ser

más allá de mis sentidos, y la vea

simplemente porque yo la quiero ver,

yo elijo oler su dulce y suave aroma,

su color mis ojos buscan animosos,

y es perfecto el arquetipo que se asoma

a un concepto de real que es deseoso.

Si aceptara esa Rosa tal cual es,

prescindiendo de la senda de lo lírico,

esa Rosa mostraría su poder,

arquetípico, catártico, onírico.

Pero en vez de eso intento comprender

con palabras lo que al habla está vedado.

Una Rosa no se puede contener

en los límites de “métrico y rimado”.